María Corina Machado (58 años) es la primera mujer venezolana que recibe un Premio Nobel de la Paz. Foto: Facebook oficial MCM
El reciente otorgamiento del Premio Nobel de la Paz 2025 a María Corina Machado ha desatado el maremoto María Corina en redes sociales, una ola de controversia que va más allá de un simple galardón. Los primeros enfadados los comunistas del mundo.
El Comité Noruego del Nobel, al elegir a Machado, líder de la oposición venezolana parece haber redefinido el concepto de paz. No se premió a una mediadora o a una figura de consenso, sino a una líder de resistencia cívica. Este galardón subraya que en un régimen autoritario, la "paz" solo puede nacer de una lucha persistente y no violenta por la libertad. La paz, en este sentido, no es pasividad, sino la consecuencia de un coraje indomable. María Corina ha demostrado ese coraje arriesgando su vida.
Esta elección lanza una pregunta fundamental a la comunidad internacional ¿Puede tildarse de "agitadora" a quien lucha por restaurar los derechos civiles cuando es el propio Estado el que violenta la Constitución? El Nobel parece ser la respuesta formal, la resiliencia democrática es un acto de paz.
Han pasado sólo 14 meses y 12 días desde el 28 de julio de 2024, día de las elecciones presidenciales de Venezuela, dónde ella ha tenido un papel fundamental, defendiendo las actas para demostrarle al mundo la transparencia del proceso donde indiscutiblemente ha sido el señor Edmundo González Urrutia el ganador de esos comicios. Desde entonces, ella teme por su vida y decidió la clandestinidad.
Si su firmeza ideológica es un precio a pagar por la claridad estratégica. El premio, al omitir la ideología y centrarse en el método (la no violencia), sugiere que, en el ajedrez geopolítico, el fin de la dictadura prevalece sobre la pureza ideológica del medio. En la desesperación por desmantelar una "narcodictadura" (como la describe), los líderes recurren a los aliados disponibles.
La historia de Machado se eleva por contraste con la de otros líderes. Mientras que figuras anteriores enfrentaron el desgaste de la esperanza y terminaron siendo percibidos como "oportunistas", Machado ha demostrado una resiliencia estoica. Otros me refiero a Capriles, López, Guaidó, etc.
Su inhabilitación, los ataques personales (como las teorías de "disidencia controlada" "fascista" y hasta "masona") y el riesgo de operar desde la cuasi-clandestinidad, no la han quebrado. Esta capacidad de soportar el ataque, tanto del régimen como de la propia oposición desgastada, se convierte en un símbolo.
Ella encarna la última esperanza y la fe inquebrantable de una sociedad que se niega a rendirse. El Nobel, en este contexto, es un reconocimiento a la tenacidad de todo un pueblo reflejada en una sola mujer.
La izquierda critica su Premio
El otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a Machado ha desatado un notable desprecio y críticas mordaces en la izquierda mundial y gobiernos aliados al chavismo, que lo interpretan como una decisión politizada.
En Europa, figuras como Pablo Iglesias (exvicepresidente y cofundador de Podemos) arremetieron duramente, calificando el galardón de "vergonzoso" e incluso sugiriendo con ironía que "se lo podrían haber dado a Hitler" para criticar el supuesto desprestigio del comité. Una postura compartida por Juan Carlos Monedero (también cofundador de Podemos), quien abogó por rebautizar los Nobel como los "galardones de la OTAN".
En América Latina, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, optó por el silencio, negándose a comentar el premio y apelando al principio de "soberanía y autodeterminación de los pueblos". De manera similar, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, aunque envió una felicitación, lo hizo de forma ambigua y poco entusiasta, instando a Machado a que "ayude a que su país consiga el diálogo para mantener la paz", un mensaje que fue percibido como una minimización del logro. A esta línea crítica se sumó el presidente de Rusia, Vladímir Putin, socio clave de Venezuela, quien declaró que la decisión del comité ha "dañado enormemente el prestigio del premio", argumentando que en el pasado se ha otorgado a personas que "no han hecho nada por la paz" y sugiriendo, en un claro contraste, que Donald Trump haría más méritos para el galardón por su supuesta labor en la resolución de conflictos complejos.
La Casa Real Española no ha felicitado a Machado, en el pasado lo hizo en su momento con Barack Obama y Juan Manuel Santos. En esta oportunidad han escudado su mutis diciendo que ellos sólo felicitan a los Premios Nobel de españoles. Por su parte, Pedro Sánchez, en calidad de presidente del gobierno tampoco se ha pronunciado.
La dedicatoria a Trump
El acto que más ha levantado ampollas es, sin duda, la dedicatoria del premio al Presidente Donald Trump. Este no es un simple agradecimiento; es un movimiento geopolítico calculado.
El gesto es un dardo directo al corazón de los gobiernos de izquierda y al chavismo, que detestan tanto el liderazgo de Machado como el de Trump. Al vincular su Premio Nobel a una figura globalmente polarizante, maximiza la ira de sus adversarios.
Más allá de la provocación, parece una jugada estratégica para asegurar y consolidar el apoyo más duro y decisivo de Estados Unidos en su causa. Transforma un reconocimiento humanitario en un instrumento de política exterior que garantiza que Venezuela no salga de la agenda de la Casa Blanca. Además del aforamiento a su persona, pues nadie en su sano juicio se mete con una Premio Nobel de la Paz, insultarla públicamente no se vería bien, así no la feliciten quienes la odien.
El gesto de la dedicatoria subraya que Machado no busca el consenso ideológico, sino la presión efectiva para un cambio de régimen.
El Nobel de la Paz a María Corina es un recordatorio de que la verdadera paz en el siglo XXI a menudo es un subproducto de la confrontación valiente contra la tiranía. Su figura, por polémica que sea, ha logrado lo más difícil, cohesionar el clamor popular.
La tarea ahora recae en si este "escudo moral" global, potenciado por una estrategia de alta confrontación (como la dedicatoria a Trump), puede traducirse en una fuerza lo suficientemente disruptiva y ordenada para lograr la anhelada transición, sin que la firmeza necesaria desborde en una nueva polarización inmanejable. El camino hacia la paz venezolana está sembrado de justicia y, curiosamente, de la indoblegable voluntad de una mujer.
Este reconocimiento obliga a una profunda reflexión sobre lo que significa la "Paz" en contextos de opresión política. Es la paz solo la ausencia de guerra, o es la implantación de la justicia y la democracia.
A María Corina hay que felicitarla de pie, es una dura. Ha podido superar a sus detractores dentro y fuera de Venezuela, vivos y muertos